La historia de Big James
Recibió tratamiento cuando era pequeño, y ahora como adolescente regresa al Hospital Shriners de St. Louis
Lo llamaban “Big James” (“el Gran James”), y cuando, aún en los primeros años de la secundaria, perseguía mariscales de campo universitarios en los campeonatos estatales, su participación era digna de ver... sobre todo para quienes conocían “la historia”.
La historia de que Big James nació con el pie derecho tan deformado que su mera presencia en el campo de fútbol era algo que solo otro paciente de los Hospitales Shriners podía comprender. La historia de que Big James tenía una enfermedad que le impidió hablar hasta los 4 años. La historia de que Big James sufría convulsiones tan graves que un médico pronosticó que tendría enormes limitaciones por el autismo y le recomendó a su mamá que lo diera en adopción para que no dejara en bancarrota a la familia.
La historia de que, años más tarde, mientras Big James perseguía a los temerosos mariscales, era solo la adrenalina lo que lograba tapar el intenso dolor que sentía en el pie derecho, su pie “bueno”; y la necesidad desesperante que tenía de que alguien, cualquiera, le dijera qué le pasaba.
Esa desesperación es lo que nuevamente llevó a Big James y su mamá, Shannan, a los Hospitales Shriners para Niños de St. Louis a fines del año pasado, con el fin de ver al médico que le había cambiado la vida de pequeño y la esperanza de que pudiera volver a ayudarlo.
'Como si hubiéramos llegado al Cielo'
Hoy Big James tiene 19 años, mide 1,85 m , y pesa unas 127 kg, un peso que, aunque está bien para jugar fútbol, está intentando con mucho esfuerzo bajar para pasar a la siguiente etapa de su vida. Pero su nacimiento estuvo signado por el caos: su mamá estuvo a punto de fallecer en un parto más de tres semanas prematuro. Y apenas unos minutos después de su primer aliento, los médicos notaron que tenía el pie izquierdo muy curvado hacia adentro.
Era pie zambo. Y aunque ningún tipo de pie zambo es bueno, su caso era particularmente grave. Durante los primeros seis meses de su vida, los médicos probaron varios procedimientos para corregirle el pie, pero seguía curvado. Un médico le dijo a Shannan: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Esto es lo único que se puede hacer”. Pero a ella no le convencieron estas palabras.
Así que Shannan volvió a su casa de Goodland, Kansas, con su bebé, y rezó. Y volvió a rezar. Y siguió rezando. Tres veces por día, rezaba para que pasara algo que ayudara a su primogénito. Y poco tiempo después, en efecto pasó algo.
“Nuestro vecino de enfrente le contó a un amigo, que le contó a un amigo, que le contó a otro amigo que era Shriner, la situación de James”, dijo Shannan. “Los Shriners vinieron hasta nuestra casa y nos preguntaron si podían patrocinar a James”.
En aquel entonces, si alguien quería ser paciente del Hospital Shriners de St. Louis tenía que tener el patrocinio de un Shriner, una práctica que dejó de seguirse a principios de este siglo. Con ese respaldo, Shannan y James hicieron un viaje de 14 horas por las carreteras de Missouri para ir a ver a Perry Schoenecker, M.D.
“Cuando llegamos a ese estacionamiento, fue como si hubiéramos llegado al Cielo”, expresó Shannan. “No sé cómo explicarlo. Era una especie de energía. Que te hacía sentir mejor”.
Si el Hospital Shriners de St. Louis era el Cielo, para Shannan el Dr. Schoenecker era la clase de médico que uno encontraría ahí. “Nos atendió de maravillas”, dijo de su primera consulta. “Debe de tener alas debajo de la bata, porque es un ángel”.
Para el Dr. Schoenecker, que hoy tiene una trayectoria intachable de más de cuatro décadas, lo perfecto no era enemigo de lo bueno: era a lo que él y el equipo del Hospital Shriners de St. Louis iban a apuntar al tratar el pie de James. Y así fue. Shannan y James hacían el mismo viaje de 28 horas cada dos semanas: cinco días en su casa, cinco días en la carretera.
“Pasamos por tres autos”, contó Shannan. “No me habría importado pasar por 30 para que James siguiera recibiendo ese nivel de atención”.
“Un mundo diferente”
Gracias a la experiencia del Dr. Schoenecker y el equipo del Hospital Shriners de St. Louis, James comenzó a caminar cuando tenía unos 17 meses. Seguía enfrentando otros problemas médicos, pero finalmente estos también pudieron controlarse. Y se convirtió en Big James, el niño activo, el jugador de fútbol en ciernes que tenía la historia.
Pero su proceso en el Hospital Shriners de St. Louis no había terminado. A comienzos de su adolescencia, empezó a sentir dolor en el pie izquierdo. Los médicos lo consideraron dolores de crecimiento, porque, después de todo, James estaba creciendo muy rápidamente. Pero James estaba convencido de que no eran dolores de crecimiento; sabía que era una lesión de tejidos blandos que se había hecho jugando fútbol.
Así que la familia, que para entonces se había mudado a la costa Este de Maryland, inició otro recorrido médico en busca de respuestas mientras el dolor se iba intensificando. Finalmente, después de decenas de citas en diferentes centros médicos de la costa Este, James dijo "basta". Le pidió a su mamá que lo llevara nuevamente a St. Louis, a ver al Dr. Schoenecker.
Este año, James y Shannan pasaron Año Nuevo en el Hospital Shriners de St. Louis. El día anterior, el Dr. Schoenecker prácticamente le había reconstruido el pie izquierdo a James. Y cerca de la medianoche, el joven pudo degustar otra muestra de la atención única del Hospital Shriners de St. Louis.
“En Año Nuevo nos trajeron comida de Papa John's. ¿Qué otro hospital te trae una pizza entera solo para ti?” Dijo James. La suya era de salchichón y salchichas.
A James le espera un largo camino hacia la recuperación, y su futuro es incierto. Por todo el tiempo que pasó buscando una solución para su pie izquierdo, su pie derecho, el de los problemas, empezó a molestarle nuevamente. Y si es necesaria una operación, espera que sea el Dr. Schoenecker el que la haga, algo que el médico dice que es posible. Shannan sabe que su hijo está en las mejores manos.
“¿Qué se puede decir de alguien que cambió por completo la vida de tu hijo? Él nos cambió todo”, aseguró. “James nunca habría podido experimentar esa sensación de realización que dan los deportes o lograr lo que logró dentro y fuera del campo de juego sin el Dr. Schoenecker y el Hospital Shriners”.
James agregó: “Me dieron una vida, y hoy puedo tratar de alcanzar mis metas sin ayuda en vez de estar tirado en un sillón”.
En otras palabras, gracias al Hospital Shriners de St. Louis James tiene la oportunidad de escribir una nueva historia, muy diferente de la que vivió hasta ahora.
El Dr. Schoenecker comprende lo que sienten Shannan y James sobre la oportunidad que les dieron en el Hospital Shriners de St. Louis. “Este es un mundo diferente”, señaló. “La atención que brindamos no es la que se consigue en todos lados. Es un lugar muy cálido para las familias con problemas de gravedad. Me identifico absolutamente con ese reconocimiento, y me hace muy feliz poder ayudarlo”.
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